Introducción
El conflicto social es uno de los temas de mayor interés para la sociología y las ciencias sociales en general. La creciente preocupación por su estudio en los últimos años se ha asociado en gran medida al resurgimiento de las movilizaciones sociales y la política contenciosa1, con las cuales se ha suscitado una renovada crítica contra la desigualdad en varios países del mundo (Blühdorn & Deflorian, 2021; Somma, 2020). Las fuentes de esta conflictividad social son múltiples, persistiendo los conflictos tradicionales o distributivos y emergiendo nuevas temáticas como los conflictos identitarios, étnicos o de género (Della Porta, 2015). Según Fink (1968), la conflictividad social ha sido estudiada de diversas formas, desde sus causas que se asocian fuertemente a la estratificación social, hasta sus dinámicas, esto es, las manifestaciones reales o latentes que adquiere. La literatura empírica sobre el conflicto social generalmente toma una de estas dos dinámicas. La primera es una aproximación a la dimensión objetiva del conflicto, en donde la mayoría de investigaciones recientes se han centrado en enfoques como la política contenciosa o la movilización de recursos, caracterizando y explicando la emergencia de distintos actores colectivos (Della Porta et al., 2017; Tilly & Tarrow, 2015). La segunda es una línea de investigación más minoritaria que se propone abordar el conflicto social desde su dimensión subjetiva, estableciendo que las estructuras sistemáticas de la desigualdad forman experiencias y visiones en los individuos que pueden ser conflictivas y/o fuentes explicativas del conflicto social (Hadler, 2017; Kelley & Evans, 1995; Robison & Stubager, 2018; Wright, 1997). Así, este enfoque asume que los conflictos sociales también poseen expresiones latentes, lo cual es especialmente relevante para determinar una posible polarización en los intereses, actitudes y percepciones de los sujetos.
De acuerdo con esta línea investigativa, uno de los principales problemas asociados a dicha polarización son las percepciones subjetivas del conflicto. La percepción de conflicto social se refiere al nivel de tensión social entre distintos grupos reportada por los individuos (Delhey & Keck, 2008). Estas percepciones pueden ocurrir sobre diferentes grupos sociales ubicados de manera horizontal o vertical en la estructura social, como los conflictos entre inmigrantes y nativos o los conflictos clásicos entre trabajadores y empresarios (Delhey & Keck, 2008; Hertel & Schöneck, 2019). Sobre estos últimos, con el resurgimiento de las protestas sociales también han retornado los conflictos redistributivos en el eje vertical de la sociedad (Bernburg, 2016; Della Porta, 2015), lo cual ha sido estudiado por esta literatura a partir de las percepciones subjetivas de conflicto vertical. Al respecto, recientes investigaciones han demostrado que los niveles de percepción de conflicto vertical tienden a ser moderados y/o fuertes en varios países2, advirtiendo un amplio grado de desconexión social entre grupos verticalmente estructurados (Delhey & Keck, 2008; Edlund & Lindh, 2015; Hadler, 2017; Hertel & Schöneck, 2019).
Estudiar las percepciones de conflicto social se torna relevante en, al menos, tres direcciones. Primero, más allá de asociarse con la ocurrencia de conflictos reales, permite conocer las actitudes, valores y opiniones que desarrollan los individuos respecto a una estructura social jerárquica y los grupos que la componen (Western, 1999; Whitefield & Loveless, 2013). Segundo, elevados niveles de conflicto percibido pueden relacionarse con evaluaciones negativas hacia instituciones económicas y políticas en sociedades democráticas (Zagórski, 2006). Tercero, también es útil para comprender que las percepciones de conflicto no son solo divergencias de opinión, sino que revelan diferencias formadas por el lugar que ocupan los individuos en la estratificación (Kiecolt, 1988; Kluegel & Smith, 1981). En países con alta desigualdad económica y donde el conflicto social es una característica obstinada, es necesario escudriñar quiénes perciben más conflicto, cómo y por qué ciertos factores sociales lo afectan (Hertel & Schöneck, 2019).
Existe un relativo consenso en que las percepciones de conflicto social serían mayormente explicadas por factores subjetivos, como las opiniones sobre la desigualdad o las preferencias políticas (Castillo et al., 2015; Hadler, 2017; Zagórski, 2006). Diversos estudios en esta área han afirmado, por ejemplo, que quienes perciben mayores desigualdades económicas y se auto-ubican en las posiciones más bajas de la estructura social tienden a percibir mayores conflictos (Hadler, 2017). La perspectiva subjetivista también ha relevado el papel de las creencias que poseen los individuos sobre la estratificación de sus sociedades, mostrando que las creencias de vivir en una sociedad de clase media o mayormente igualitaria mediatiza el efecto que tienen diferentes factores, tanto subjetivos como objetivos, sobre las percepciones de conflicto (Hertel & Schöneck, 2019; Kelley & Evans, 1995).
Distinto a las explicaciones subjetivistas, otras investigaciones relacionadas y estudios sobre los movimientos sociales han destacado el efecto potenciador que tiene la participación en organizaciones sociopolíticas en el conflicto social (Hadler, 2003; van Stekelenburg & Klandermans, 2017). Algunas investigaciones han demostrado que los individuos miembros de sindicatos tienden a percibir mayor conflicto social que aquellos que no lo son (Pérez, 2022; Ringqvist, 2020). Similarmente, diversos estudios sobre participación en protestas sugieren que la afiliación a sindicatos aumenta las actitudes subjetivas de carácter conflictivo e incrementa las probabilidades de participar en acciones políticas no convencionales (cf. Jo & Choi, 2019; Kerrissey & Schofer, 2018; Kitts, 2000).
Las percepciones de conflicto social no solo se ven influenciadas por las características individuales de los sujetos, sino que también por los contextos económicos e institucionales de los países en la medida que constriñen el desarrollo y carácter del conflicto (Edlund & Lindh, 2015; Hadler, 2003). Un aspecto central según la literatura es el nivel de desigualdad económica -generalmente medido con el índice de Gini- bajo el entendido de que, cuando existen mayores diferencias de ingresos, los individuos tienden a percibir a distintos grupos jerárquicos de forma conflictiva (Delhey & Keck, 2008; Hadler, 2017; Hertel & Schöneck, 2019). Otro factor intrínsecamente ligado a los niveles de conflicto percibido son los marcos institucionales de los países. Algunos estudios han comprobado que en los países que existen Estados de Bienestar más extensos las percepciones de conflicto social tienden a ser sustancialmente más bajas, ya que las políticas de bienestar, el elevado gasto social o la redistribución del gobierno tienden a disminuir las polaridades sociales (Delhey & Keck, 2008; Edlund & Lindh, 2015).
Sin embargo, debido a que en la mayoría de las investigaciones recientes existe una preponderancia explicativa de los factores subjetivos, la pregunta empírica por los mecánismos a través de los cuales las desigualdades de clase conducen a diferentes percepciones de conflicto social ha sido relegada a un rol secundario, a pesar de que han demostrado seguir siendo relevantes (cf. Dodson, 2017; Evans & Tilley, 2017; Lindh & McCall, 2020). Contradiciendo las anunciadas tesis sobre el fin de las clases y su pérdida de relevancia para explicar los conflictos contemporáneos (Beck, 1992; Pakulski & Waters, 1996), solo un par de investigaciones han demostrado que las percepciones de conflicto social se estructuran según la posición objetiva de clase, sugiriendo que individuos que se ubican en la parte inferior de la estructura de clases tienden a percibir mayor conflicto que aquellos que se ubican en la parte superior (Edlund & Lindh, 2015; Pérez, 2022). Siguiendo el esfuerzo de Edlund & Lindh (2015), esta investigación busca ampliar la relación empírica entre la clase social y las percepciones de conflicto social pero desde la perspectiva neomarxista de E. O. Wright (1997). Cabe mencionar que en una investigación muy reciente, Pérez (2022) también examina el rol de la posición de clase en el conflicto percibido bajo un enfoque marxista, sin embargo, su investigación se enfoca específicamente en la ‘percepción de conflicto laboral’3, lo cual invita a seguir indagando en la relación entre las desigualdades de clase y la percepción general de los conflictos sociales desde una mirada marxista de las clases.
La desestimación de la clase social también ha generado que se obvien espacios valiosos de investigación que involucren, por ejemplo, el rol del contexto. La pregunta sobre cómo el nivel de desigualdad económica de los países puede moderar el efecto de la clase social en el conflicto percibido es aún incierta. Asimismo, y respecto a los factores contextuales, no se han considerado otros indicadores que puedan dar cuenta del grado de polarización social en los países, como por ejemplo mediante la concentración del ingreso (Milanović, 2016), y han sido escasamente consideradas variables asociadas al nivel de institucionalización del conflicto en los países, como la presencia de instituciones corporativistas o la fuerza del movimiento sindical, que han demostrado reducir en mayor medida la percepción de conflicto laboral en investigaciones recientes (Ringqvist, 2020). Esto puede entregar resultados distintos a los existentes hasta ahora pues estos indicadores no se enfocan únicamente en las propiedades de determinados países, sino en el estado de las relaciones de clase y las instituciones económico-laborales en ellos (Korpi, 2006).
Con el fin de cubrir estos vacíos, esta investigación tiene el doble objetivo de analizar, por un lado, el rol de la clase social sobre las percepciones de conflicto social y, por el otro, establecer cómo esta relación cambia según el contexto económico e institucional de los países entre los años 1999 a 2019. Para ello, se emplea una perspectiva temporal y comparada entre 33 países con el propósito de explicar la influencia de la clase social sobre las percepciones de conflicto social, así como también para establecer el rol que tienen determinantes contextuales, en este caso económicos e institucionales, sobre las percepciones de conflicto social.
Este estudio pretende contribuir a la literatura de las percepciones de conflicto de dos maneras. Primero, analizando la influencia de las desigualdades de clase se revisa de manera crítica los principales determinantes de las percepciones de conflicto social desde sus condicionantes socioeconómicas, revitalizando su importancia. Además, incluyendo el rol del contexto sobre la relación entre la posición de clase y el conflicto percibido se pretende cubrir este vacío en la investigación comparada con datos actualizados. Segundo, empleando otros indicadores contextuales se innova en la importancia que tienen los factores económicos e institucionales sobre las percepciones de conflicto, dando cuenta de cómo estas últimas varían según los contextos. Futuras investigaciones pueden tomar este estudio como base para hipótesis que diversifiquen las teorías dominantes sobre las percepciones de conflicto, integrando factores provenientes de la estratificación social y del análisis institucional.
La hipótesis principal que se busca defender es que la posición de clase es un determinante relevante de las percepciones de conflicto social, y que dicha relación es afectada por el nivel de desigualdad económica de los países. Se espera que la posición objetiva de clase pueda predecir las percepciones de conflicto social, y que dichas percepciones sean mayores para quienes se ubican en la parte inferior de la estructura de clases en comparación a aquellos que se ubican en la parte superior. A nivel comparado, se hipotetiza que el conflicto percibido será mayor en países con altos grados de desigualdad económica y menor en países con instituciones corporativistas, y que en aquellos países en donde la desigualdad económica sea más alta, las diferencias entre clases sobre las percepciones de conflicto serán más pronunciadas. En consiguiente, la pregunta y objetivos de investigación son:
Pregunta de investigación
¿En qué medida la clase social afecta a las percepciones de conflicto social y cómo esta relación cambia a partir del rol del contexto económico e institucional entre 1999-2019?
Objetivo
Analizar la influencia de la clase social sobre las percepciones de conflicto social y determinar cómo esta relación cambia a partir de las variaciones contextuales de determinantes económicos e institucionales entre 1999-2019.
Objetivos específicos
O.E.1 – Analizar la relación entre la posición de clase y las percepciones de conflicto social entre 1999-2019.
O.E.2 – Analizar el rol de la desigualdad económica sobre la relación entre la posición de clase y las percepciones de conflicto social entre 1999-2019.
O.E.3 – Analizar la relación entre el nivel de corporativismo y las percepciones de conflicto social entre 1999-2019.
Estructura de investigación
Esta investigación se organiza en cinco capítulos. En el capítulo 1 Desigualdades y conflicto social: un marco analítico se construye un marco analítico para abordar las percepciones de conflicto social, pasando revista a diversos aportes teóricos y empíricos sobre su definición, así como a los factores asociados según la literatura ordenados como determinantes individuales y contextuales. En el capítulo 2 Método se presentan los datos, variables y métodos estadísticos a utilizar. Asimismo, se específica el marco multinivel (MLM) empleado en esta investigación para estimar los efectos fijos y aleatorios entre países. En el capítulo 3 Análisis se exponen los análisis descriptivos y los modelos seleccionados para explicar las percepciones de conflicto social. A partir de estos resultados se discuten las respectivas hipótesis planteadas. En el capítulo 4 Discusión se emplean los hallazgos para revisar la tesis principal de esta investigación y dialogar con la literatura. Finalmente, en el capítulo 5 Conclusiones se retoma la tesis central y los principales hallazgos de esta investigación, cerrando con futuras líneas de estudio sobre las percepciones de conflicto social en perspectiva comparada.
Siguiendo a Tilly & Tarrow (2015, p. 7), la política contenciosa se refiere a las “interacciones en las que los actores hacen reclamaciones que afectan a los intereses de otros actores, lo que lleva a esfuerzos coordinados en nombre de intereses o programas compartidos, en los que los gobiernos participan como objetivos, iniciadores de reclamaciones o terceros. La política contenciosa reúne, por tanto, tres características familiares de la vida social: la contención, la acción colectiva y la política” (traducción propia).↩︎
Por ejemplo, Hertel & Schöneck (2019) estudian las percepciones de conflicto social en 27 países como: Dinamarca, Hungría, Rep. Eslovaca, Portugal, Estonia, Italia, Israel, Eslovenia, Francia, Turquía, Polonia, Chile, Rep. Checa, Corea del Sur, España, Alemania, EE.UU., Gran Bretaña, Austria, Bélgica, Nueva Zelanda, Finlandia, Suecia, Australia, Suiza, Islandia y Noruega.↩︎
En estricto rigor, la variable dependiente de Pérez (2022) corresponde a la percepción de las relaciones (buenas o malas) entre trabajadores y directivos en el lugar de trabajo, por lo cual el elemento de conflicto o tensión social no se encuentra necesariamente presente en tal indicador. Para una discusión más completa, ver Kelley, J., & Evans, M. D. R. (1995, p. 164). Class and Class Conflict in Six Western Nations. American Sociological Review, 60(2), 157.↩︎